Pizza de calabacín
Las cocas y las empanadas son tan versátiles que encima o dentro de ellas respectivamente se pueden poner los ingredientes que se nos ocurran sin cometer ningún sacrilegio ni que nadie nos acuse de estar haciendo una tontería. Con los únicos inconvenientes, eso sí, de no acertar con la combinación de sabores o con los tiempos de cocción de los ingredientes seleccionados. De la pizza podríamos decir prácticamente lo mismo. Y digo prácticamente porque algún purista podría negarlo y desterrar ciertos ingredientes por considerarlos enemigos irreconciliables de esta base harinosa nacida en Italia pero de carácter indudablemente internacional hoy en día. La piña es un buen ejemplo, pero seguro que no es el único.
Habitualmente solemos asociar la pizza con ingredientes como el tomate, la mozzarella, quesos de todo tipo, el bacon, el jamón cocido, los champiñones o, incluso, la cebolla o la alcachofa. Tal vez no es tan común hacerlo, sin embargo, con ciertas hortalizas como el pimiento, la berenjena o el calabacín, aunque cada vez es más habitual encontrar pizzas que cuenten con alguno de estos ingredientes. Estas hortalizas, cuando son frescas y de temporada, cocinadas previamente al horno o en la sartén y colocadas encima de la pizza una vez sale del horno, aportan un carácter vegetal singular que combina muy bien con el tomate de la base y contrasta con la suavidad de la mozzarella.
Incluso algunas pizzerías con ganas de innovar se atreven ya con otras hortalizas muy poco habituales en las pizzas, como la patata o la calabaza. Y están francamente buenas. Un hecho que, como mínimo, debería hacernos reflexionar sobre la rigidez con la que, a veces, miramos las cosas. La riqueza de la pizza — una base hecha a partir de agua, harina, levadura y sal, como una rebanada de pan, una coca o una empanada — es su capacidad para congeniar a la perfección con ingredientes tan dispares como los mencionados. Probadla con calabacín y no os arrepentiréis.
Ingredientes para una pizza individual
275 g de masa de pizza
80 g de salsa de tomate con albahaca
100 g de mozzarella de búfala
40 g de calabacín cortado en láminas
Unas hojas de albahaca fresca
Notas:
Se puede variar la cantidad de masa de pizza en función de cómo nos guste de gruesa:
200 – 250 g: masa fina
250 – 300 g: masa normal
300 – 350 g: masa gruesa
Preparación de la pizza de calabacín
- Cortar la mozzarella de búfala en tiras o dados y dejarla escurrir unas horas en la nevera (se puede hacer de un día para otro). De esta manera, se consegue que pierda parte de su agua y no la suelte al hornear la pizza.
- Precalentar el horno a máxima potencia con calor arriba y abajo durante 30 minutos. Si se dispone de una piedra de horno para pan o pizza, colocarla en la base.
- Mientras se precalienta el horno, pelar y cortar el calabacín en láminas y sofreírlo a fuego medio en una sartén con un poco de aceite de oliva. Dorar las láminas por ambos lados y reservarlas.
- Estirar la masa de pizza con las manos: presionar el centro con los dedos intentando llevar el aire del centro hacia los bordes (para obtener bordes aireados, crujientes y sabrosos). Ir volteando y estirando la masa a medida que se agranda. Colocar la masa estirada sobre papel de horno.
- Extender la salsa de tomate con albahaca por encima.
- Hornear la pizza durante 5-6 minutos.
- Sacar la pizza del horno y repartir por encima la mozzarella de búfala. Si se desea que los bordes queden más dorados, pintarlos con aceite de oliva usando un pincel.
- Colocar la pizza a media altura en el horno y hornearla 5-7 minutos más, hasta que el queso se haya fundido y los bordes estén ligeramente dorados.
- Una vez cocida, retirar la pizza del horno, colocar encima las láminas de calabacín, unas hojas de albahaca fresca y servirla inmediatamente.
Si te ha gustado la receta de la pizza de calabacín
quizás también te guste la receta de la pasta con alcachofas y queso. ¡Anímate a probarla! 😉
