Yogur casero con yogurtera

La presencia de yogurteras en casa solía ser más habitual antes. O, como mínimo, ésta es la impresión que uno se lleva cuando habla con personas de cierta edad. Su historia se remonta a la década de los años 50 del siglo pasado, cuando la marca SEB (Société d’Emboutissage de Bourgogne) lanzó la primera yogurtera comercial en Francia: la yaourtière. La existencia de electricidad en muchos hogares de nuestro país, el consumo más habitual de leche fresca – incluso con la presencia de vaquerías dentro de ciudades como Barcelona, donde por cierto la última cerró en el barrio de Gràcia en 1984 – un menor grado de desarrollo del canal de distribución de alimentos y unos sistemas de conservación y transporte en frío todavía precarios probablemente fueron el caldo de cultivo ideal para popularizar este singular electrodoméstico a lo largo de los años 60, 70 y 80.
Las mejoras precisamente de los sistemas de conservación y transporte en frío, así como la expansión de las cadenas de supermercados, acompañadas de una disminución del tiempo dedicado a la cocina y la búsqueda de mayores comodidades, provocaron el declive de la yogurtera. Hacer yogur casero había dejado de ser necesario si se quería disfrutar de este saludable producto lácteo. Ya no era imprescindible «perder» tiempo en la cocina pudiendo adquirir yogures comerciales de una forma fácil, rápida y relativamente económica en cualquier establecimiento alimentario.
Comprar yogures comerciales, ciertamente, tiene sus ventajas (y desventajas). Sin embargo, hacerse uno mismo el yogur no es tan anacrónico como parece y, por el tiempo y complicaciones que comporta, pocas en el fondo, merece mucho la pena. Desde poder escoger la materia prima, es decir, la leche y el yogur iniciador o fermentos que nos permitirán cuajarla, hasta elegir la relación tiempo-temperatura que nos permita conseguir el tipo de cuajada deseada, más o menos firme y ácida según nuestras preferencias. Al mismo tiempo, hacer yogur casero permite ahorrar envases, algo que debe ponerse en valor en unos momentos en los que la sostenibilidad debería estar siempre presente en nuestras decisiones de compra y consumo. Y por último pero especialmente importante, disfrutar de un alimento hecho por uno mismo da un placer y satisfacción inigualable.
Ingredientes para 8 yogures caseros
1 l de leche fresca entera de vaca, cabra u oveja 1 yogur o el equivalente en fermento comercial Opcional: 25 g de leche en polvo
Preparación del yogur casero
- Calentar la leche en un cazo hasta que llegue a 50 ºC. Apagar el fuego.
- Opcionalmente, si se desea añadir leche en polvo para que la cuajada quede más firme y no quede tanto suero, añadirla en este momento y remover hasta que quede bien diluida.
- Incorporar el yogur (o el equivalente en fermento comercial) y remover suavemente hasta que quede bien integrado.
- Repartir la mezcla en los tarros de cristal.
- Poner los tarros de cristal destapados dentro de la yogurtera e iniciar un programa de 8 horas y 40 ºC. Se puede jugar con el tiempo y la temperatura para obtener texturas y grados de acidez diferentes. Por lo general se suelen recomendar entre 8 y 12 horas y entre 39 y 43 grados. A más tiempo, más acidez; y a mayor temperatura, más rápido cuajará el yogur y más compactada y firme quedará la cuajada. Si queremos un yogur casero poco ácido y una cuajada no tan firme, trabajar con una temperatura baja, 39-40 ºC y un tiempo de unas 8-10 horas.
- Una vez finalizado el programa, tapar los tarros de yogur casero y colocarlos en la nevera inmediatamente un mínimo de 4 horas. De esta forma se cortará la fermentación y se evitará que incremente el grado de acidez. Durante este tiempo los yogures acabarán de cuajar y tomarán consistencia.
- El yogur casero hecho con yogurtera se conserva bien durante 7 días en la nevera.
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