Torrijas
Soy de esos que al ver un determinado postre en una carta me cuesta renunciar a él. Es verlo, olvidarme del resto y pronunciar su nombre a la persona de sala que me atiende con la misma ilusión de que un niño se compra una golosina el viernes después de estar esperándola toda la semana. Tal efecto me lo producen postres como el pastel de queso cremoso, la leche frita o las torrijas, también conocidas en Catalunya como tostadas de Santa Teresa. Una elaboración tradicional característica de la cocina de aprovechamiento que, afortunadamente para los amantes de este postre como yo, parece que vive una segunda juventud y cada vez está más presente en las cartas de postre de los restaurantes.
No es de extrañar que las torrijas hayan revivido, si es que alguna vez estuvieron muertas, al menos en el entorno de la restauración. Su preparación es sencilla, permite aprovechar el pan sobrante y estamos tan familiarizados con el gusto de la leche azucarada e infusionada con canela y limón que es extraño encontrar a alguien a quien no le gusten, con la excepción, claro, de aquellos detractores de los gustos excesivamente dulces. Postres como el flan, el arroz con leche o la crema catalana comparten la misma raíz, la mencionada leche azucarada e infusionada con canela y limón, a veces con ligeras variantes en función de la tradición local o familiar.
A partir de esta base, a alguien se le ocurrió mojar pan duro. Y, probablemente después se fueron incorporando el resto de elementos de la preparación actual, a saber, rebozarlo con huevo batido, freírlo en aceite bien caliente y terminar de decorarlo con azúcar y canela. El resultado, una masa de textura crujiente por fuera y blanda por dentro, con un sabor delicioso y familiar que lleva muchos años acompañándonos, tal y como nos muestra la proto-receta que menciona el gastrónomo romano Apicio en su De re coquinaria o las menciones que se hacen en algunos escritos medievales franceses o castellanos.
Ingredientes para 6 personas
12 rebanadas gruesas de pan del día anterior, de unos 2 cm
500 ml de leche entera
100 g de azúcar
½ rama de canela
½ cáscara de limón
2 huevos
Aceite de oliva virgen extra
Para el acabado: azúcar y canela en polvo
Preparación de las torrijas
- Nota: es importante utilizar pan del día anterior para que las torrijas no se deshagan cuando las mojemos con la leche. Es mejor cortar las rebanadas de pan el día anterior. Si no se quiere notar tanto la corteza, se puede cortar y dejar sólo la miga.
- En una cazo, calentar la leche, el azúcar, la rama de canela y la cáscara de limón. Cuando empiece a hervir, apagar el fuego y dejar infusionar 15 minutos con el cazo tapado. Después, retirar la canela y la cáscara de limón y dejar templar la leche.
- Batir los huevos en un plato hondo.
- Calentar medio dedo de aceite de oliva en una sartén mediana.
- Mojar las rebanadas de pan con la leche azucarada, procurando que se empapen bien por cada lado, pero no excesivamente para evitar que se rompan al sacarlos o cuando los manipulemos después. Escurrir bien las rebanadas de pan remojadas (se pueden ir depositando sobre una rejilla, por ejemplo, después de remojarlas).
- Pasar las rebanadas de pan remojadas por el huevo batido y freírlas en el aceite bien caliente hasta que se doren, de 1 a 2 minutos por cada lado.
- Ir depositando las torrijas sobre papel absorbente para quitar el exceso de aceite. Dejar enfriar un par de minutos.
- Poner en un plato hondo un poco de azúcar y canela en polvo y mezclar. Cuando se hayan escurrido y templado las torrijas, pasar cada lado de las torrijas por el plato para que queden ligeramente impregnadas de azúcar y canela. Servir de inmediato.
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