Chipirones encebollados
Hay que reconocer que en la cocina hay cosas que dan cierta pereza. Y no me refiero a fregar los platos por ejemplo, actividad que puede servir incluso como práctica meditativa, o mindfulness como dirían algunos coach emocionales tan de moda hoy en día. Consejo que, a cambio de un módico precio, reparten a diestro y siniestro entre sus clientes para hacerles volver al camino de la serenidad, reencontrarse con uno mismo y disfrutar en plenitud de las prácticas más mundanas.
Fregar los platos, de forma consciente, en silencio y sin pensar en otra cosa que fregarlos bien, puede ser tan reparador, inspirador y terapéutico como meditar o caminar por el bosque y contemplar la naturaleza en todo su esplendor y grandeza. Unas prácticas, las de la meditación y la atención plena, que tan bien ha sabido desarrollar la tradición zen, variante del budismo originaria de Japón. Desde cuidar un jardín, un bonsái, el arte floral, servir el té, practicar la caligrafía, pintar, escribir poesía o incluso las artes marciales, el zen nos enseña que podemos aprovechar cualquier actividad cotidiana para practicar la atención plena y disfrutar de pequeños momentos de meditación en nuestro día a día.
Hecha esta aclaración, fregar los platos no me da pereza y, debo reconocer, me aporta un cierto placer y un momento de introspección. Lo que me da realmente pereza es, en el caso que nos corresponde, limpiar los chipirones, especialmente cuando son pequeños y la inversión en tiempo que cada uno de ellos requiere, comparada con el disfrute posterior, me parece injustificablemente desproporcionada. Los chipirones no tienen la culpa, ciertamente. Podríamos optar por dejarlos tal y como han venido al mundo, pero corremos el riesgo de convertir un plato delicioso en una lucha constante por ir sacando plumas minúsculas de la boca mientras mordisqueamos restos de arena o vete a saber qué. Limpiarlos es pues una buena opción. Pesado pero gratificante en el fondo. Una alternativa es comprarlos más grandes y evitar así tener que limpiar tantos. O, quién sabe, también podemos profundizar en la práctica de la plena atención de la tradición zen y tratar de aplicarla a esta tarea hasta convertirla en una actividad meditativa muy original.
Ingredientes para 2 personas
300 g de chipirones 1 cebolla grande en juliana 1 hoja de laurel 1 copa de vino blanco seco Sal Pimienta blanca Aceite de oliva virgen extra
Preparación de los chipirones encebollados
- En una sartén, poner un buen chorro de aceite y sofreír lentamente la cebolla cortada en juliana con el laurel. Cocer a fuego lento durante mucho rato, un mínimo de 30 minutos, vigilando en todo momento que se vaya haciendo y no se queme. Si vemos que está cogiendo demasiado color, añadir un poco de agua.
- Mientras se va haciendo la cebolla, limpiar los chipirones: separar la cabeza del cuerpo, limpiar el cuerpo por dentro, retirar la pluma, sacar los ojos y la boca de la cabeza y enjuagar con agua. Secar bien los chipirones limpios con papel absorbente.
- Poner los chipirones en una sartén, sin aceite, taparla y cocer a fuego muy lento durante 5 minutos. Opcionalmente, se pueden primero enharinar y freír con un poco de aceite, como se hace en la receta prácticamente idéntica de los chipirones en la sitgetana. Reservar.
- Cuando la cebolla esté bien sofrita, incorporar el vino blanco y dejarlo reducir un par de minutos.
- Añadir los chipirones y un poco del agua que hayan soltado, salpimentar al gusto, tapar la sartén y terminar de cocer todo junto durante unos 5-8 minutos.
- Servir los chipirones encebollados inmediatamente, bien calientes, acompañados de la cebolla y la salsa.
Si te ha gustado la receta de los chipirones encebollados
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